El otro día os escribía sobre la muerte de Sidney Pollack, al que ya echo de menos. Ayer leo por sorpresa en el periódico que también ha muerto Mel Ferrer. Así por el nombre no os viene nada seguro, salvo a Paco y alguno mas, pero desde luego si os acordaréis de su cara, inolvidable.
Los que hemos sido pequeños, y sobre todo los que nos resistimos a dejar de serlo, crecimos con las películas de aveturas de después de comer los sábados, justo detrás de Mazinger Z, o con el cine de Alfred Hitchcock los jueves a las diez en la extinta y maravillosa UHF, en aquello que se dió en llamar Cine-Club. Pues sí, esos niños que deseaban aventuras, y que siempre fuimos con el bueno, a pesar de los pesares (no como ahora, donde el malo es cojonudo, y el bueno un pringao), esos, nunca podremos olvidar las peleas de espadachines del malo Ferrer con Sterling Hayden en "Scaramuche", o aquel maravilloso western de sentimientos que era "Encubridora", de Fritz Lang, o "Guerra y Paz", o "Lilí, o.... Muchos os acordareis de él porque salía en Falcon Crest, llegó a liarse con Angela Channing, pero lo por lo que realmente le envidio, además de su elegancia, su versatilidad actuando, su pasión por lo que hacía, y su exquisito sabor de hombre culto..., son sus catorce años de casado con Audrey Hepburn. Qué envidia que te quiera ella, que se enamore de tí ella, que te bese ella, y que te sonsía así todos los días, y que tengas la oportunidad de decir que fuiste tú quien pudo ser feliz, aún por un rato con esa flor que nos ha dado el cine, y por lo tanto la vida. Los que me conocéis, sabéis mi pasión por ella, por su sonrisa inocente, por sus ganas de ser feliz con su aparente fragilidad, por su valentía con su mundo, por sus sensibilidad ante los sensibles, los mas sensibles, los mas necesitados.
Por eso me da envidia Mel, ahora que se ha ido, y uno hace balance por la vida de otro hombre con el que me cambiaría. Vivir esa aventura de los años 50 siendo actor, cuando los actores eran actores y no animales mediáticos, y cuando una película era una aventura maravillosa, y no un programa de ordenador sofisticado. Hoy me hubiese gustado hablar de Syney Lumet, por esa obra maestra que es "Antes que el diablo diga que has muerto", a sus ochenta años, de la generación del otro Sidney, quizas no tan brillante, pero un hombre que dice frases como "10 horas delante de un ordenador, y ¿ a eso le llaman comunicación?" creo que hay que escucharle. Ya hablaremos de eso. Hoy tocaba hablar de Mel, que especial siempre él. Descanse en paz.
viernes, 6 de junio de 2008
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